Un estudio internacional publicado en la revista Plos One revela un cambio preocupante en los patrones de bienestar. Históricamente, la juventud era considerada una de las etapas más felices de la vida, pero nuevas investigaciones señalan que los jóvenes son ahora el grupo de edad con los niveles más bajos de felicidad y el mayor malestar psicológico, una tendencia observada en 44 países de distintos continentes.
Maite Garaigordobil, Catedrática de Evaluación y Diagnóstico Psicológico, analiza los hallazgos y confirma que este cambio convierte a la juventud en el grupo más vulnerable en términos de salud mental. La investigación desafía la clásica curva de felicidad en forma de "U", que mostraba un alto bienestar en la juventud, un descenso en la mediana edad y una recuperación posterior.
Puntos Clave
- Un estudio global muestra que los jóvenes ya no son el grupo de edad más feliz, revirtiendo un patrón histórico.
 - La salud mental juvenil se ha deteriorado significativamente, convirtiéndolos en la población más vulnerable.
 - Entre las causas se identifican la presión de las redes sociales, la incertidumbre económica y la precariedad laboral.
 - Las mujeres jóvenes reportan niveles de malestar psicológico superiores a los hombres de su misma edad.
 - Los expertos piden un enfoque integral que combine prevención en escuelas, apoyo familiar y políticas públicas.
 
El fin de la curva de la felicidad en "U"
Durante décadas, numerosos estudios sociológicos y psicológicos defendieron la existencia de una curva de felicidad en forma de "U". Este modelo sugería que las personas experimentaban altos niveles de bienestar durante su juventud, veían una disminución hacia la mediana edad (aproximadamente entre los 40 y 45 años) y luego recuperaban la felicidad en la vejez.
Sin embargo, la investigación reciente, que abarca 44 países, muestra una inversión de esta tendencia. "Ahora aparece un nivel bajo de felicidad en la juventud que desciende hasta la mediana edad y mejora después", explica Garaigordobil. Este hallazgo indica que el punto de partida del bienestar ha caído drásticamente para las nuevas generaciones.
Consecuentemente, el patrón de malestar psicológico también ha cambiado. Si antes la infelicidad alcanzaba su pico en la mediana edad, ahora se observan altos niveles de malestar desde la juventud. "La evidencia muestra que el patrón está cambiando y que la salud mental de los jóvenes se está deteriorando de forma significativa", subraya la catedrática.
Un fenómeno global y estructural
El hecho de que esta tendencia se observe de manera consistente en países con contextos culturales, sociales y económicos muy diferentes sugiere que las causas son transversales. No se trata de una anomalía local, sino de un cambio estructural vinculado a transformaciones globales, como el avance tecnológico y la inestabilidad económica, que afectan de manera particular a los jóvenes.
Factores que impulsan el malestar juvenil
El aumento de los problemas de salud mental en adolescentes y jóvenes no tiene una única causa, sino que responde a un conjunto de factores interconectados que se refuerzan mutuamente.
Redes sociales y presión digital
La exposición constante a las redes sociales ha transformado la manera en que los jóvenes se relacionan y construyen su identidad. Aunque ofrecen oportunidades de conexión, también fomentan la comparación social constante, la presión por mantener una imagen idealizada y una cultura de la inmediatez.
Estos elementos pueden generar aislamiento, sentimientos de soledad y una baja autoestima, especialmente cuando la vida digital desplaza las interacciones cara a cara.
"En el aumento de los problemas de salud mental en los adolescentes y jóvenes, el uso problemático de internet y las redes sociales tiene un papel muy muy relevante", afirma Maite Garaigordobil.
Incertidumbre económica y académica
El contexto actual está marcado por una profunda incertidumbre climática, económica y social. La sensación de un futuro poco claro genera ansiedad. A esto se suma una intensa presión académica en un entorno altamente competitivo, donde los jóvenes sienten que deben cumplir con altas expectativas para asegurar su futuro.
El acceso precario al empleo y las dificultades para acceder a una vivienda complican la emancipación y la construcción de un proyecto de vida autónomo. "La distancia entre aspiraciones y las posibilidades reales de alcanzarlas genera frustración, ansiedad y sentimientos de desamparo", señala la experta.
Estadísticas preocupantes
- Se estima que hasta un 20% de los niños y niñas en todo el mundo presentan algún tipo de trastorno mental.
 - En Europa, cerca de 9 millones de adolescentes de entre 10 y 19 años viven con un trastorno mental.
 - La mitad de todos los trastornos mentales comienzan antes de los 14 años, lo que destaca la importancia de la prevención temprana.
 
La brecha de género y el impacto de la tecnología
El estudio también revela diferencias significativas entre géneros. Las mujeres jóvenes presentan niveles de malestar psicológico más altos que los hombres de su edad. Según Garaigordobil, esto se debe a una combinación de factores.
"A la vulnerabilidad propia de la adolescencia se suman mayores presiones sociales vinculadas a la imagen y la aceptación, que hoy se intensifican con las redes sociales", explica. Además, las jóvenes están más expuestas a riesgos como el acoso o la violencia de género y, culturalmente, tienden a expresar con más facilidad sus dificultades emocionales.
Del bullying al ciberbullying
Las nuevas tecnologías han amplificado el alcance y el impacto del acoso. El bullying tradicional, que se limitaba al entorno escolar, ha evolucionado hacia el ciberbullying, un fenómeno sin barreras de tiempo ni espacio.
El acoso digital puede ocurrir a cualquier hora y su contenido puede viralizarse rápidamente, lo que aumenta la sensación de indefensión de la víctima. Este nuevo escenario exige una respuesta coordinada entre familias, centros educativos y la sociedad para promover un entorno digital seguro.
La necesidad de una respuesta integral
Las consecuencias de este aumento de la infelicidad juvenil ya son visibles en los sistemas de salud, con un incremento en las hospitalizaciones psiquiátricas, un mayor consumo de psicofármacos y un aumento en las tasas de suicidio.
Para abordar esta crisis, los expertos coinciden en que no basta con reforzar la atención clínica. Se necesita un enfoque de salud pública que actúe sobre las causas del malestar.
- Reforzar los servicios de salud mental: Garantizar un acceso rápido y gratuito a servicios de salud mental infanto-juvenil, con profesionales especializados.
 - Prevención en el ámbito educativo: Implementar programas de educación socioemocional y de uso responsable de la tecnología en las escuelas.
 - Actuar sobre los determinantes sociales: Diseñar políticas públicas que aborden la precariedad laboral, las dificultades de acceso a la vivienda y la falta de oportunidades para los jóvenes.
 - Reducir el estigma: Desarrollar campañas de sensibilización para normalizar la conversación sobre salud mental y animar a la búsqueda de ayuda temprana.
 
Aunque en los últimos años ha mejorado la visibilidad de la salud mental, Garaigordobil concluye que "queda un largo camino para que el bienestar psicológico sea considerado una prioridad real y cotidiana en la sociedad". La intervención temprana y coordinada es fundamental para revertir esta tendencia y proteger el bienestar de las futuras generaciones.



