Un estudio a gran escala presentado en la Semana de Gastroenterología Europea Unida (UEG Week) ha revelado una fuerte asociación entre el consumo regular de refrescos dietéticos y un mayor riesgo de desarrollar enfermedad hepática grasa. La investigación, que siguió a más de 120,000 adultos en el Reino Unido durante una década, también confirmó el vínculo con las bebidas azucaradas, cuestionando la idea de que las opciones "sin azúcar" son una alternativa segura para la salud del hígado.
Puntos Clave
- El consumo regular de refrescos dietéticos se asoció con un riesgo 60% mayor de desarrollar enfermedad hepática grasa (MASLD).
- Las bebidas azucaradas tradicionales aumentaron el riesgo en un 50%.
- El estudio analizó datos de más de 120,000 personas del UK Biobank durante más de diez años.
- Reemplazar una lata diaria de refresco por agua redujo el riesgo de MASLD entre un 12% y un 15%.
Una investigación exhaustiva sobre bebidas y salud hepática
Los hallazgos fueron presentados el 7 de octubre en Berlín durante la UEG Week, uno de los congresos más importantes en el campo de la gastroenterología. El estudio fue coordinado por Lihe Liu, del Departamento de Gastroenterología del Primer Hospital Afiliado de la Universidad de Soochow en China. Para llegar a estas conclusiones, el equipo de investigación utilizó datos del UK Biobank, una base de datos biomédica a gran escala que contiene información genética y de salud de medio millón de participantes del Reino Unido.
La cohorte del estudio incluyó a 123,788 adultos que, al inicio del seguimiento, no presentaban enfermedad hepática. Durante más de una década, los participantes proporcionaron información detallada sobre sus hábitos dietéticos, incluido el consumo de refrescos azucarados y con edulcorantes artificiales. El tamaño y la duración del estudio refuerzan la solidez de sus conclusiones.
¿Qué es la MASLD?
La Enfermedad Hepática Grasa Asociada a Disfunción Metabólica (MASLD) es una condición caracterizada por la acumulación excesiva de grasa en el hígado. Se estima que afecta a más del 30% de la población mundial y está estrechamente relacionada con la obesidad, la diabetes tipo 2 y otros trastornos metabólicos. Su prevalencia ha aumentado en paralelo con el consumo global de bebidas azucaradas.
El riesgo de los refrescos dietéticos y azucarados
El análisis estadístico reveló una conexión clara entre el consumo de estas bebidas y el diagnóstico de MASLD. Los resultados fueron ajustados para controlar otros factores de riesgo como la edad, el género, el peso corporal y la presencia de otras enfermedades, lo que ayuda a aislar el efecto de los refrescos.
Edulcorantes artificiales en el punto de mira
Sorprendentemente, el mayor riesgo se observó en los consumidores de bebidas dietéticas. Aquellas personas que consumían refrescos con edulcorantes artificiales de forma regular tenían un 60% más de probabilidades de ser diagnosticadas con MASLD en comparación con quienes no los bebían. Este hallazgo desafía la percepción común de que estas bebidas son inofensivas para la salud metabólica.
El impacto conocido de las bebidas azucaradas
Por otro lado, el consumo frecuente de refrescos endulzados con azúcar se asoció con un aumento del 50% en el riesgo de la misma enfermedad. Según los investigadores, incluso el consumo de una sola lata diaria de cualquiera de los dos tipos de bebida fue suficiente para detectar un riesgo elevado. Este peligro se incrementaba con el tiempo, lo que sugiere un efecto acumulativo.
"Las bebidas dietéticas pueden modificar la flora intestinal y la percepción del hambre, aun induciendo respuestas hormonales", advirtieron los autores del estudio en las declaraciones recogidas por la UEG.
Mecanismos detrás del daño hepático
El estudio también exploró las posibles razones biológicas por las cuales estas bebidas afectan al hígado. Los mecanismos propuestos difieren según el tipo de edulcorante utilizado.
En el caso de las bebidas azucaradas, el proceso es más conocido. Provocan picos rápidos de glucosa e insulina en la sangre, promueven el aumento de peso y elevan los niveles de ácido úrico. Todos estos son factores que contribuyen directamente a la acumulación de grasa en las células hepáticas.
Para los edulcorantes artificiales, el mecanismo es más complejo. La investigación sugiere que estas sustancias, a pesar de no contener calorías, no son metabólicamente inertes. Pueden alterar la composición del microbioma intestinal, lo que afecta la forma en que el cuerpo procesa los nutrientes. Además, podrían interferir con las señales de saciedad y, según algunos estudios, provocar una respuesta de insulina similar a la del azúcar.
El consumo de refrescos en cifras
El problema es de gran relevancia a nivel mundial. Por ejemplo, en Estados Unidos, el consumo per cápita de refrescos en 2024 fue de 118 litros por persona al año. Aunque el 70% de los 86 mil millones de litros consumidos corresponden a refrescos tradicionales, las variantes sin azúcar experimentaron un crecimiento del 19.2% en el mismo año, reflejando un cambio en las preferencias del consumidor hacia opciones percibidas como más saludables.
La solución más simple: el agua
Una de las conclusiones más prácticas del estudio se centró en el poder de la sustitución. Los investigadores calcularon que reemplazar una sola lata diaria de refresco (ya sea dietético o azucarado) por un vaso de agua podría tener un impacto significativo.
Este simple cambio se asoció con una disminución del riesgo de desarrollar MASLD de entre un 12% y un 15%. La UEG destacó que "el agua evita la carga metabólica y ayuda a reducir la acumulación de grasa en el hígado".
Este hallazgo cuestiona las estrategias de salud pública que se han centrado únicamente en sustituir las bebidas azucaradas por sus equivalentes dietéticos. Los resultados sugieren que la reducción del consumo de todo tipo de refrescos y el aumento de la ingesta de agua es una estrategia de prevención más efectiva.
Implicaciones para la salud pública
Los resultados de este estudio han generado interés entre organizaciones como la Sociedad Europea para el Estudio del Hígado (EASL) y la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA). Se espera que estos datos impulsen nuevas investigaciones sobre los efectos a largo plazo de los edulcorantes artificiales y contribuyan a la actualización de las guías de consumo y las políticas de salud.
Los expertos citados por la UEG recomiendan medidas sencillas pero efectivas para la población general, como aumentar el consumo de agua y reducir la disponibilidad de refrescos en entornos como escuelas, lugares de trabajo y hogares. La evidencia aportada subraya que revisar los hábitos de consumo de bebidas podría tener un impacto directo y positivo en la salud hepática a nivel global.



